Tuve la oportunidad, aquí en Lima, de ser panelista de la exposición de la investigadora y periodista francesa Marie Monique Robin sobre las semillas transgénicas. Antes pasó por allí el ministro Antonio Brack y había un público más que consciente de lo que está ocurriendo en la realidad y no en la ficción inventada por la prensa.
Las palabras de Robin sobre la transnacional Monsanto, especializada en transgénicos y en hacer más difícil la vida para los que ya la tienen difícil, fueron terminantes: “Monsanto es una empresa delincuente...
Lo digo porque hay pruebas concretas de ello. Fue muchas veces condenada por sus actividades industriales, por ejemplo, el caso de los PCB” –(según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente uno de los doce contaminantes más nocivos fabricados por el ser humano)–, “que ahora está prohibido, pero sigue contaminando el planeta. Durante cincuenta años el PCB estuvo en los transformadores de energía. Y Monsanto, que fue condenada por eso, sabía que eran productos muy tóxicos, pero escondió información y nunca dijo nada. Y es la misma historia con otros dos herbicidas producidos por Monsanto, que formaron el coctel llamado 'agente naranja’, utilizado en la guerra de Vietnam, y también sabía que era muy tóxico e hizo lo mismo. Es más, manipuló estudios para esconder la relación entre las dioxinas y el cáncer. Es una práctica recurrente en Monsanto. Muchos dicen que esto es el pasado, pero no es así, es una forma de obtener ganancias que aún hoy está vigente. La empresa nunca aceptó su pasado ni aceptó responsabilidades. Siempre trató de negar todo. Es una línea de conducta”.
Y agregó “su práctica común, en todos los países donde actúa, es esconder datos sobre sus productos, pero no solo eso, también miente y falsea estudios sobre los mismos. Otra particularidad de Monsanto es que cada vez que científicos independientes tratan de hacer su trabajo a fondo con los transgénicos, tienen presiones o pierden sus trabajos. Eso también sucede en los organismos de EE.UU. como son la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos) o la EPA (Agencia de Protección Ambiental). Monsanto también es sinónimo de corrupción. Dos ejemplos claros y probados son el intento de soborno en Canadá, que originó una sesión especial del Senado canadiense, cuando se trataba la aprobación de la hormona de crecimiento lechera. Y el otro caso es en Indonesia, donde Monsanto fue condenada porque corrompió a cien altos funcionarios para poner en el mercado su algodón transgénico”.
Me decía Robin que lo que había hecho Monsanto en Argentina con el glifosato era alevoso. El glifosato es un herbicida considerado levemente tóxico, que aplicado en cantidades cada vez mayores, como parece requerir la soya, produce gravísimos efectos en quienes están expuestos, como los otrora saludables campesinos argentinos, a sus efectos. Hay informes realmente tenebrosos sobre estos resultados que algunos llaman 'desarrollo’.